Para este dicho popular tenemos dos explicaciones (la más extendida), nos lleva
a un antiguo juego llamado "tejo", que consistía en el lanzamiento de
trozos de teja, con el objeto de derribar un palo que se fijaba en el suelo
previamente. Este juego se organizaba en las plazas donde los viandantes tenían
la oportunidad de presenciarlo. Los hombres jovenes, aprovechando la asistencia
de chicas entre los espectadores, tiraban los tejos cerca de ellas para
aproximarse y flirtear con ellas.
Otra de las teorías nos lleva a una tradición de los antiguos celtas, los cuales empleaban ramas de tejos (en este caso de los árboles llamados así) como elemento decorativo en las festividades. Parece ser que cuando los pretendientes tenían interés por alguna chica, colgaban dichas ramas en las puertas de sus casas.
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